Cuando hablamos de los sin techo, la conversación suele centrarse en el precio de las soluciones. ¿Cuánto cuesta construir nuevas viviendas? ¿Cuánto cuestan los servicios de apoyo? ¿Podemos permitirnos inversiones a largo plazo en estabilidad? Son preguntas justas, pero dejan de lado una realidad crucial. Ya existe un enorme coste para nuestra comunidad cuando no hacemos nada.

Las investigaciones nacionales demuestran que las personas que padecen un desamparo crónico constituyen aproximadamente el 20% de la población de personas sin hogar, y sin embargo generan casi el 80% de los costes relacionados. ¿Por qué? Porque cuando alguien vive a la intemperie sin estabilidad, cualquier problema se convierte en una urgencia. Un pequeño problema de salud se convierte en un viaje en ambulancia y una visita a urgencias. Un conflicto en público se convierte en una detención, una comparecencia ante el tribunal y una estancia en la cárcel. La falta de refugio conduce a una interacción constante con la policía, los hospitales y otros sistemas de crisis que no están diseñados para proporcionar estabilidad a largo plazo.

Estos costes no son abstractos. En el Noroeste de Arkansas, los vemos todos los días. Los vecinos sin hogar recorren las salas de urgencias, las cárceles y los refugios con un enorme gasto público. Más allá de la carga económica, el coste humano es devastador. Las personas permanecen expuestas a los elementos, vulnerables a la violencia y desconectadas de los mismos recursos que podrían ayudarles a curarse. Para ellos, «no hacer nada» significa más años de inestabilidad, trauma y pérdida.

Y sin embargo, a pesar de todo ese gasto, el problema sigue sin resolverse. Reaccionar ante las crisis una y otra vez no sólo es inhumano, sino también profundamente ineficaz. El ciclo continúa, los costes se acumulan y las vidas penden de un hilo.

La buena noticia es que sabemos lo que funciona. La vivienda de apoyo permanente es un modelo probado que combina viviendas asequibles con gestión de casos, conexiones sanitarias y formación en habilidades para la vida. Los estudios demuestran que entre el 75% y el 90% de las personas sin hogar crónico permanecen alojadas de forma estable en viviendas de apoyo. Y lo que es más importante, ganan estabilidad, salud y esperanza para el futuro.

Las viviendas de apoyo también ahorran dinero. Proporcionar a alguien un apartamento, un gestor de casos y acceso a los servicios cuesta mucho menos que la puerta giratoria de la cárcel, las estancias en el hospital y las repetidas visitas al refugio. Las comunidades que invierten en viviendas de apoyo ven cómo se transforman tanto sus vidas como sus presupuestos.

En New Beginnings, creemos que la elección está clara. No hacer nada no sólo es la opción más cara, sino también la más perjudicial. Invirtiendo juntos en viviendas y apoyo, podemos romper el ciclo, reducir costes y, lo que es más importante, dar a nuestros vecinos la oportunidad de pertenecer y prosperar.